Los hay buenos y no tanto. Los hay malos y certificados.
Ahondaremos paso a paso en los más populares desde la mirada no sólo femenina sino también ginecológica, para entender el impacto, la repercusión y las consecuencias de nuestros hábitos.
El tabaco
La nicotina es un poderoso estimulante y pocos segundos después de la bocanada de humo, el fumador recibe una poderosa dosis que activa al cerebro. Esto hace que las glándulas adrenales viertan adrenalina a la sangre, acelerando el ritmo cardíaco y aumentando la presión sanguínea.
El tabaco tiene acción antiestrogénica con lo cual adelanta el inicio de la menopausia en al menos 24 a 36 meses.
Además, el consumo de cigarrillos desmineraliza a los huesos, acelerando el proceso resorción ósea y en consecuencia se debilita y disminuye la masa ósea conduciendo a la osteoporosis por la acción antiestrogénica de la nicotina, así disminuye la disponibilidad en sangre de estrógenos y aumenta su pérdida por orina.
Un estudio publicado en British Medical Journal concluyó que las fumadoras tienen 2 veces mas riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular que los hombres que también lo hacen y el evento isquémico sería el más frecuente entre la población femenina por la acción antiestrogénica del humo del tabaco. Como si fuera poco, por cada año de tabaco, aumenta un 2% el riesgo de evento coronario entre mujeres.
En la mujer fumadora, además de aumentar el riesgo de cáncer de pulmón también aumenta el riesgo de cáncer de laringe y vejiga.
También acelera el envejecimiento y arruina la piel.
El cigarrillo y la maternidad
Fumar, no sólo predispone a tener menstruaciones más dolorosas e irregulares, si no que en mujeres jóvenes puede terminar con su etapa reproductiva ocasionando falla ovárica precoz y en consecuencia la aniquilación de los ovocitos y la conclusión de la fertilidad entre las múltiples funciones que cumple el ciclar mensualmente. También genera mayor riesgo de embarazo ectópico, aborto recurrente y parto prematuro.
Durante el embarazo, tanto la mujer que fuma o que vive en un ambiente tabáquico tiene 1,4 a 2,4 veces mayor riesgo de desprendimiento de placenta y placenta previa, complicaciones arriesgadas tanto para la madre como para el bebé.
La vasoconstricción de los vasos del cordón umbilical llevan a que los bebés reciban un aporte inferior de oxígeno y nutrientes, en consecuencia, esto produce bajo peso al nacer en una proporción 2,5 veces mayor que los hijos de madres no fumadoras.
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